Padre German Sotres
Jun 2, 2022
Al saber que su prima Isabel está embarazada, María fue a visitarla. Al llegar María, el Espíritu Santo inspiró a Isabel a proclamar, ¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! Isabel la llama, “la madre de mi Señor”. El bebé en el vientre de Isabel, llegaría a ser Juan el Bautista, salto de gozo en reconocimiento de esta revelación. (Lc 1:36-45).
María responde alabando a Dios con el Magníficat el Cantico de María:
Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, * porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, * porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí; su Nombre es santo. Su misericordia llega a sus fieles, * de generación en generación. El hace proezas con su brazo; * dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos, * y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes, * y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel, su siervo, * acordándose de la misericordia, Como lo había prometido a nuestros padres, * en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
María y la Salvación
La Biblia no indica que María haya nacido sin pecado original. Ella era un ser humano como nosotros necesitada de un salvador. La encarnación de Dios en Jesús significa que Dios vino directamente a nuestro mundo pecador a traer salvación a todos. Para María y para nosotros, nuestra salvación no viene de subir una escalera de perfección, lo cual es imposible de todos modos, sino de abrir nuestros corazones a Jesucristo y servir al Señor, como lo hizo María.